Ascendiente judío del pueblo antioqueño

Los andalucismos en las costumbres, particularmente en el habla, son el denominador común en toda Hispanoamérica. En ningún rincón del vasto continente se oye escupir zetas, tan del regusto de catalanes, astures y vascos; prueba palmaria de que cuando estos simpáticos descendientes de los Sanchos llegaron al nuevo mundo los de Andalucía les habían tomado una preciable ventaja. Pero es en Antioquia donde el trueque de la ll por y (Medeyín, biyete, cabayo...) quedó en forma casi exclusiva. ¿Quién nos lo legó? No cabe duda de que fueron los andaluces, pero ¿por qué en forma tan excluyente? Tuvo que ser un grupo muy peculiar el que aquí se asentó. Sabemos que al sefardita converso que fuera sorprendido en prácticas judaizantes, o se sospechara de ello, se le llamaba marrano. Es natural, por tanto, que el acusado exclamara indignado y temeroso, según el caso: Yo no soy un marrano; y el otro insistiera sí eres un marrano